miércoles, 27 de octubre de 2010

26 de Octubre del 2010. Los Ojos de la Sociedad.


Estoy sentado en el patio de la Facultad de Sociología. Estoy sentado en un pupitre viejo sobre ceniza y grava, sobre un asfalto roto. A mi lado hay una especie de parrilla precaria, una reja sobre carbones muertos, y los restos quemados de un pollo. El suelo está cubierto de papeles, vidrios, maderas y otras basuras. En ese rincón del patio, en el ángulo de las calles Paraguay y Junín, el paisaje es desolador. Sobre el piso de pavimento, un montón de bancos, sillas y mesas desparramadas. Varios yuyales crecen de entre las grietas del suelo, y un pasaje da a un pequeño espacio escondido, un pulmoncito interior, que parece meterse aún más profundamente en la estructura del edificio; por donde asoman un colchón, hierros retorcidos y la tapa de un contenedor. Parece el pulmón de un viejo agonizante, rancio, húmedo, débil, hediondo.
Vuelvo mi vista al patio, en el sur de ese rincón de forma casi cuadrada, hay una huerta casi silvestre. La luz es poca, obstruida por las altas paredes del edificio que se ciernen hostiles, con sus agresivas lineas austeras y rectas, amenazando con cerrar totalmente ese sector; mientras que a mis espaldas, un inmenso estacionamiento, que ocupa todo el resto de la manzana. Un alambrado lo aisla de la calle; lleno de autos intimida su soledad, ni una sola alma humana entre toda esa maquinaria terrible e indiferente.
 La imágen es triste. El viento sopla fresco y dos solitarias palomas caminan entre el piso lleno de basura y las plantas. Son pocos los estudiantes, que un poco más atrás de mí, comen algo, así que impera el silencio.

Pero hay algo más.

Lo que realmente llamó mi atención no fue ese paisaje, porque uno puede encontrarlo en cualquier parte de la ciudad, en cualquiera de las infraestructuras que poco a poco se están desmoronando como ancianos moribundos a los que no se los cuida más.
Lo que llamó mi atención, fueron las paredes. Las paredes de ese patio, trasero, enjaulado, escondido de la vista pública; estaban manchadas. Manchadas por sangre. Nuestra sangre.
Porque a los jovenes intentan amordazarnos con la idiotez, intentan matarnos el ánimo y la esperanza, intentan encadenarnos, volvernos seres complacientes, seres no pensantes, zombies estúpidos con la cabeza quemada; pero no nos rendimos, manchamos las paredes con nuestra sangre, porque desangramos ira, humillación, frustración, violencia, autocompazión, tristeza, odio.
Y sobre cada una de esas paredes, sobre cada una, estaban esas manchas.
Cadáveres, calaveras, seres mounstrosos, una mujer pariendo, rodeada de criaturas extrañas,proxonetas, explotadores, un ejército de obreros marchando, los cuerpos de los caídos en lucha, alzándose contra la bandera de la ignorancia y crueldad, frases emblemáticas de los ideales por los que luchamos desde hace años, y ojos.

Sobre todo, incrustados en esa pared, ojos, que me miraban, que miraban los matorrales productos del abandono, que miraban el estacionamiento terrible, que miraban las carteleras de "universidad tomada, estudiantes en lucha", que miraban los pupitres rotos sobre la ceniza, que miraban a los otros dibujos.

Los ojos que le hacen falta a esta sociedad, ojos que realmente miren, para que finálmente puedan ver, lo que tiene enfrente.





El tema es Suelo Chamán de Skay Beillinson y los Seguidores de la Diosa Kali, y la imágen es de la Facultad de Sociología tomada

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